El retorno a Barcelona de las sedes sociales de Fundación La Caixa y Criteria, no de CaixaBank, que sigue en Valencia “con carácter indefinido”, anunciado esta semana ha sido “muy personal” y se ha hecho “cómo y cuándo Fainé ha querido”. De forma rápida y concisa.
Una vez tomada la decisión, que llevaba pensando “desde hace tiempo”, Fainé que tiene 82 años, aceleró los acontecimientos: convocó las sesiones extraordinarias tanto en el patronato de la Fundación como en el consejo de administración de Criteria con un solo punto en el orden del día, lo acordaron y se comunicó sin más retraso a las presidencias del Gobierno, de la Generalitat y del Gobierno de las Baleares, donde el grupo se mudó por su arraigo histórico en la comunidad.
El objetivo era evitar especulaciones y filtraciones. El cambio de las sedes no es relevante a nivel económico. No implica movimiento de personas, ni de servicios corporativos o de espacios, en la medida en que la mayoría de los empleados y centros de trabajo han permanecido siempre ubicados en Barcelona. Pero es una señal importante. Certifica el final del procés, la vuelta a la ansiada normalidad institucional y supone un espaldarazo al afán que tiene Salvador Illa, con quien Fainé mantiene excelentes relaciones, para que Cataluña vuelva a ser la locomotora de España. Los gestos son importantes y las torres negras de la Diagonal son sin duda el emblema del poder económico.
La Caixa es la propietaria de la mayor cartera industrial de España, a través de su holding inversor, Criteria. A finales del año pasado la cartera tenía un valor de unos 30.000 millones de euros. Es el principal accionista de CaixaBank, la principal entidad financiera de España, que también tiene como socio al Estado, igual que en Telefónica. Y ostenta participaciones relevantes en Naturgy (con el 26,71% del capital), Telefónica (9,9%), ACS (9,36%), Bank of East Asia (19,33%), Colonial (17,32%) y Puig (3,05%), entre otras.
Esta semana, Criteria anunció un pacto que le permite seguir ampliando el porfolio de participadas: la adquisición del 5% de la francesa Veolia Environnement, tras el pago de unos 1.000 millones de euros. No solo vuelve La Caixa a su lugar de referencia, también pretende recuperar la influencia en un sector al que ha estado vinculada históricamente: el agua. La perdida de Aguas de Barcelona (Agbar), por una opa hostil, fue una dura experiencia negativa para Fainé.
En cualquier caso, la operación refuerza la cartera de diversificación del holding español y contribuye al plan para engordarla, hasta alcanzar los 40.000 millones de euros en 2030. Las inversiones industriales y financieras es lo que permite asegurar la supervivencia de la Fundación, cuyo modelo de estructura es inédito en el mundo. Los abultados dividendos que obtiene a través de su cartera de empresas participadas, son los que le permiten alimentar su extensa obra social, como recuerda siempre que tiene ocasión su presidente.
La Caixa es la segunda fundación de Europa en volumen de recursos. La supera la británica Wellcome Trust, la segunda mayor del mundo después de la Fundación Bill y Melinda Gates.
El presupuesto de la Fundación La Caixa para este año alcanzará los 655 millones de euros, el mayor de su historia. Cerca del 60% de la inversión, más de 370 millones, se destinará al desarrollo de programas sociales, entre ellos la lucha contra la pobreza infantil, el empleo para personas vulnerables, el envejecimiento activo y la atención a personas con enfermedades avanzadas. Otro 20%, unos 130 millones, a iniciativas de divulgación de la cultura y la ciencia a través de la red de centros CaixaForum o CosmoCaixa, entre otras actividades. Y el resto se destinarán a proyectos de investigación en salud y a educación. La entidad ha desembolsado más de 5.000 millones en la última década. El “alma” de La Caixa.