25 enero 2025

Apoteosis trumpista


Apoteosis trumpista

Donald Trump, este lunes durante su acto de investidura en el Capitolio.

El nuevo presidente de Estados Unidos convierte su toma de posesión en una vergonzosa exhibición de poder.

Donald Trump juró ayer por segunda vez preservar, proteger y defender una Constitución, la de Estados Unidos, que vulneró hace cuatro años cuando el mismo Capitolio donde se celebró su nueva toma de posesión fue asaltado por sus partidarios con la pretensión de negar el resultado de las urnas y evitar la alternancia democrática.

 

El inusual espectáculo que acompañó a tal juramento fue una exhibición de poder en directo con el anuncio de una radical batería de decisiones como la declaración de la emergencia nacional en la frontera con México, deportaciones masivas de ciudadanos considerados ilegales, la recuperación del canal de Panamá, el final de las políticas verdes o el bautizo oficial del golfo de México como golfo de América. A tales anuncios les sumó el recuerdo de su decisiva participación en la tregua entre Israel y Hamás o la reapertura de la red social china TikTok tras el cierre avalado por el Congreso y el Tribunal Supremo.

Ningún presidente en la historia estadounidense ha acumulado tanto poder. No solo por su control sobre el Ejecutivo y el Legislativo, sino por su capacidad para eludir durante cuatro años la acción de la justicia y el escrutinio parlamentario, además de someter al Partido Republicano a su disciplina.

La participación de Elon Musk, el hombre más rico del mundo, en su Gobierno y el fervor de los magnates tecnológicos, presentes ayer en el acto, certifican la exactitud de la advertencia del presidente saliente, Joe Biden, en su discurso de despedida sobre la amenaza que significa para la democracia la formación de “una oligarquía de extrema riqueza, poder e influencia”.

Solo faltaba el lanzamiento en las vísperas de una criptomoneda con el nombre del nuevo presidente, revalorizada en miles de millones de dólares en dos días, para evidenciar el carácter de su Administración como si fuera un negocio personal en el que no hay diferencia entre sus intereses privados y los del país que preside.

 Trump no defraudo las expectativas en su discurso inaugural. No faltaron sus habituales exageraciones ni los falseamientos sobre los males de los gobiernos precedentes, soportadas estoicamente por los expresidentes invitados a la ceremonia. El “comienzo de una nueva era”, calificada de antemano como una ”edad de oro”, el final del “declive de Estados Unidos” o la declaración de la jornada como “día de la liberación” fueron algunas de las exageraciones con las que se presentó.